jueves, 14 de enero de 2010

El Minimun Vital (Alberto Masferrer)

EL MÍNIMUN VITAL
Por el simple hecho de ser traído a la existencia, un niño adquiere plenos derechos a la vida íntegra, y todas las fuerzas familiares y sociales deben subordinarse a la necesidad de procurarle esa vida íntegra. Sus padres, la Comuna, la Provincia, el Estado, han de constituir para él una cuádruple paternidad, a fin de que esa vida que se inicia adquiera su máxima potencialidad, y llegue a ser un día la justificación de sus progenitores, del medio social que le formó, y la redención de aquellos entre quienes va a florecer.
El niño, decimos, es el perdón de hoy y la purificación del mañana: sólo en él cabe el mejoramiento visible y trascendente de la sociedad; sólo en él alcanzan su realización las esperanzas y los anhelos de acrisolamiento. Es el verdadero torbellino que organiza la vida, atrayendo para organizaría, los elementos más puros del ambiente social y cósmico. Es un centro de cristalización, al cual afluyen las fuerzas vivas y renovadoras que forman el río perenne de la vida.
Pero llega un momento en que el niño se hace hombre, se convierte en UN TRABAJADOR; es decir, en una fuerza que actúa y da vida. De simple estanque adonde todas las aguas venían a verterse para henchirle y colmarle, se ha convertido en manantial de donde las aguas emanan y parten a henchir y colmar otros estanques. Ayer recibía únicamente hoy da y da con creces; da mucho más de lo que recibe, pues de otra manera sería imposible la continuación y la subsistencia social. Trabajador, significa, pues, uno que da, en proporción mayor de lo que se le da; es uno que, además de retribuir, recompensa.
Ahora bien, ¿qué es lo que yo doy cuando trabajo? DOY MI VIDA. Literal y esencialmente, el que da su trabajo da su vida. Trabajo no es sino una palabra que expresa brevemente este hecho complicado, trascendental e inconmensurable: dar uno, la vida acumulada en sí. Es el mismo fenómeno de la tierra, que se da en forma de árbol, y del árbol que se da en forma de fruto; del mar, que se da en forma de nube; de la nube, que se da en forma de lluvia; de la lluvia, que se da en forma de manantial.
O sea, que toda obra es colectiva; que todo lo hacemos entre todos, y que, puesto que todos vertemos nuestras vidas en la obra común, todos tenemos derecho a que se nos devuelva, siquiera en porción mínima, en la de Mínimum Vital, aquello que hemos dado: nuestro trabajo, nuestro YO.

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