jueves, 14 de enero de 2010

Dictadura militar cafetalera conservadora

LA DICTADURA MILITAR-CAFETALERA CONSERVADORA
1932-1944

La Fuerza Armada, en el momento del ascenso de Martínez, no era una institución plenamente consolidada y profesional. Si bien se habían hecho esfuerzos en su profesionalización durante las tres primeras décadas del siglo, de hecho era una fuerza rudimentaria, compuesta de tres ramas: el ejército, la Guardia Nacional y la Policía Nacional. Las tres ramas juntas sumaban 3.500 efectivos. Las unidades individuales eran muy pequeñas. Por ejemplo, el primer regimiento de infantería asentado en San Salvador, y que tuvo un rol importante en el golpe de estado que llevó al poder a Martínez, tenía sólo 120 efectivos. De las tres fuerzas, la Guardia Nacional, formada y modelada al estilo de la Guardia Civil española, era la fuerza "élite" en el sentido que sus miembros eran tres veces mejor pagados que el resto de soldados del ejército, así como los mejor equipados y armados. Lo mismo se puede decir de la Policía Nacional, aunque estaba menos equipada que la Guardia. Las diferencias entre el ejército y las fuerzas de seguridad llegaron a ser evidentes en el momento de la rebelión campesina, cuando algunos oficiales del ejército tuvieron que desarmar a sus tropas para evitar que se pasaran al lado de los comunistas.
De las tres fuerzas, la Guardia Nacional fue la más alineada con los poderosos grupos cafetaleros. Formada en 1912, la Guardia, sirvió particularmente para apoyar el código agrario de 1907, que prohibía la organización sindical entre los trabajado¬res del campo. También tomó parte en varias funciones administrativas para auxiliar a los terratenientes locales. Las unidades locales de la Guardia recibían salarios suplementarios de los terratenientes, en una especie de relación mercenaria.
Al principio los miembros de la oligarquía cafetalera tenían dudas y temían de Martínez y los militares. Algunos elementos de la oligarquía estaban desconcertados por el hecho que Martínez accediera al poder, debido sobre todo a la postura populista que éste había adoptado durante la campaña presidencial de 1931. Además, Martínez era de origen humilde y mestizo, en contraste con los blancos y ricos criollos que habían gobernado a El Salvador en el pasado. También era conocido por sostener puntos de vista religiosos poco ortodoxos y había publicado numerosos libros sobre teosofía y ocultismo antes de asumir la vicepresidencia en 1931.
Algunas de las políticas nacionalistas de Martínez, a pesar de que posteriormente probaron ser efectivas para estabilizar la economía, fueron inicialmente recibidas con escepticismo por los cafetaleros. Las políticas de Martínez en última instancia favorecieron a los productores de café a expensas de los banqueros. El 27 de febrero de 1932, Martínez acordó no seguir pagando el empréstito norteamericano. Los banqueros norteamericanos protestaron ante su gobierno por tal medida y pidieron una intervención más enérgica contra la nación deudora. El gobierno norteamericano contestó a los banqueros que no podía hacer nada pues no tenía relaciones reconocidas con El Salvador. Otra medida de Martínez fue decretar la Ley Moratoria, que era un golpe a los banqueros y los beneficiadores que tenían en su poder la mayor parte de la propiedad territorial del país. Los terratenientes ahora se apoyaban en el gobierno y no en los acreedores para mantener la propiedad de sus tierras y para tener acceso a los créditos. Con la Ley Moratoria se permitía a quienes tenían sus propiedades hipotecadas pagar únicamente los intereses, que por ese mismo acuerdo habían sido disminuidos hasta el seis por ciento anual.
Otro de los decretos importantes fue la Ley de Prenda Agraria, que obligaba a los bancos a realizar préstamos a los caficultores con una serie de protecciones que nunca antes se habían establecido. Posteriormente se les prohibió a los bancos que siguieran emitiendo la moneda y, con ayuda de los banqueros ingleses, se creó un Banco Central de Reserva que centralizó la función emisora. Este banco comenzó a hacer préstamos a los caficultores, con lo cual entró en competencia con los bancos comerciales.
Con la creación del Banco Hipotecario, que se forma con acciones de la Asociación de Cafetaleros y la Asociación de Ganaderos de El Salvador, se buscaba que los propietarios con deuda hipotecaria no estuvieran permanentemente encade¬nados a los bancos y beneficiadores o exportadores que poseían hipotecas. Este nuevo banco adquirió la deuda de los propietarios anteriores a la Ley Moratoria, con lo cual los bancos perdieron una gran entrada de intereses.
Todas estas medidas y otras que se implementaron, tuvieron como resultado el que los productores se orientaran más hacia la actividad estatal que al sistema bancario y crediticio comercial y privado.
Otro aspecto que caracterizó al régimen de Martínez fue la oposición que enfrentó por parte de los Estados Unidos. En un primer momento los militares que derrocaron a Araujo, se vieron obligados a entregar el poder al General Martínez, en ese momento Vicepresidente constitucional, debido a las presiones de los Estados Unidos que, con base a los Tratados de Washington de 1923, negaba el reconoci¬miento a los gobiernos centroamericanos surgidos de golpes de estado o que hubieran tomado el poder por la fuerza. Posteriormente, los Estados Unidos le negaron el reconocimiento a Martínez, ya convertido en presidente, porque éste tampoco reunía las condiciones que estipulaban los Tratados de Washington. Estados Unidos, presionó al nuevo gobierno para que dejara el poder, pero éste resistió la presión norteamericana y se mantuvo casi dos años en contra de la voluntad norteamericana que había logrado que el resto de países centroamericanos, los europeos más importantes, también le negaran su reconocimiento al "régimen de facto".
Un hecho crucial que influyó en el acceso y consolidación de Martínez en el poder, fue precisamente el levantamiento popular de 1932. Cuando por presión de íos Estados Unidos los oficiales del ejército se habían puesto de acuerdo para ceder la presidencia ai Coronel Ascencio Menéndez. Quien había ocupado un cargo durante el gobierno anterior, pero que se encontraba en Europa cuando se realizó el golpe de estado en contra de Araujo, la insurrección campesina se manifestó en todo su apogeo. Esto tuvo un efecto político inmediato. En el segundo día del levanta¬miento, el Directorio Militar, al cual los diplomáticos de Estados Unidos habían estado presionando para reemplazar a Martínez, le transfirió totalmente el poder ejecutivo. Por su parte, los Estados Unidos retiraron sus esfuerzos para desalojarlo, ya que removerlo podría minar la unidad de los militares.
Con el aplastamiento de la rebelión, Martínez logró aglutinar al grupo social dominante de los cafetaleros en torno al Estado. También unificó a los militares, quienes abandonaron el propósito de instaurar un nuevo régimen, y a los grupos urbanos que vieron aterrorizados la entrada de los campesinos a la ciudad. La base de apoyo de Martínez se amplió, pero Estados Unidos mantuvo su posición de no-reconocimiento.
Después de la matanza, las élites empresariales realizaron una defensa cerrada del derecho de Martínez para ocupar constitucionalmente la Presidencia de la República y orquestaron una campaña internacional para presionar a Estados Unidos a reconocer el nuevo gobierno. Publicaron manifiestos con cientos de firmas, en las que aparecían los más destacados hombres de negocios salvadoreños, en apoyo a Martínez. El ejército también hizo pública su adhesión incondicional. Se contrataron abogados internacionalistas para que expusieran ante el Congreso Norteamericano la legalidad del gobierno salvadoreño. Inglaterra, en contra de los deseos de Estados Unidos, terminó el 17 de septiembre de 1932 reconociendo a El Salvador, justo unos días antes que terminara un contrato comercial entre ambos países. Entre septiembre y noviembre de ese año, casi todos los países europeos ya habían reconocido a Martínez, quien fue muy hábil en el manejo de los convenios y contratos comerciales internacionales para ese propósito. Ningún país centroameri¬cano o latinoamericano reconocía a El Salvador, mientras Estados Unidos no diera la orden de hacerlo. México, con su Doctrina Estrada, fue la excepción.
Martínez, apoyado por los caficultores, los exportadores y beneficiadores y ban¬queros ingleses, anunció que se mantendría en el poder no obstante la oposición de los norteamericanos. Los manifiestos públicos de los sectores empresariales hacían énfasis en que no había necesidad de tener el reconocimiento norteamericano. Esta postura se explicaba porque los negocios más importantes de los grupos dominantes continuaban haciéndose con Europa (Cfr. Guidos Vejar 1980).
A pesar de que Estados Unidos continuó hasta 1934 sosteniendo su posición de no-reconocimiento, el tono de sus comunicaciones con el General Martínez cambió y Estados Unidos suspendió medidas activas para derrocar al gobierno salvadoreño. El éxito de Martínez en evitar una intervención directa de los Estados Unidos reforzó sus credenciales con la élite civil salvadoreña y contribuyó a una aspecto de la ideología política de la derecha salvadoreña, además del anticomunismo exacerbado que la caracteriza: el nacionalismo. Con la matanza, El Salvador llegó a ser uno de los pocos países centroamericanos y del Caribe de la época en sobrevivir a un levantamiento popular sin sufrir la intervención militar de los Estados Unidos. Esta independencia llegó a constituirse en un punto de orgullo nacionalista y una fuente de fricción entre los derechistas civiles y los militares cuando posteriormente, en la década de los ochenta, los militares salvadoreños se alinearon estrechamente con los Estados Unidos a expensas de los intereses de las clases económicamente poderosas.
A pesar de que Martínez tenía dotes de caudillo, él representaba a los militares como institución. El creciente control del Estado por parte de Martínez, significó al mismo tiempo una expansión del militarismo y un rol activo de las fuerzas armadas en las políticas de la nación. De acuerdo a Rubén Zamora, el proceso de militariza¬ción que se realizó en la época de Martínez, significa no sólo un "desarrollo hipertrófico del aparato represivo del Estado, sino que se convirtió en una de las constantes de nuestra vida política hasta el presente. Este hecho ha sido la base sobre la cual se ha ido desarrollando un Estado crecientemente autónomo, el cual no sólo ha crecido cuantitativa y cualitativamente, sino que ha ido desarrollando cada vez más su capacidad de actuar políticamente" (R. Zamora 1976:518).
La permanencia y las consecuencias de los eventos de 1932 como base del militarismo resultó en parte de la naturaleza de la rebelión y de las lecciones que las élites civiles aprendieron de ella. El hecho de que la única experiencia de El Salvador con reformas sociales y movilización popular terminara en una insurrección conducida por seguidores de la Internacional Comunista, influenció profundamente las actitudes populares y de la élites hacia la reforma y el cambio social. Desde el punto de vista de los grupos económicos dominantes, -los reformistas, durante las presidencias de Romero Bosque y Araujo, habrían creado un espacio político para la oposición, cuyo resultado fue una rebelión liderada por los comunistas. La mayoría de miembros de las clases más ricas aprendió de los hechos de 1931 y 1932 que el reformismo y una oposición organizada abre las puertas a la revolución. La consecuencia política de esto fue que el único camino para prevenir una revolución era negar cualquier espacio político para el reformismo de élites o para la moviliza¬ción popular. Y este comportamiento se reflejó en las décadas siguientes.
La necesidad política de la exclusión y la represión, asumida por las clases altas, más su disposición a dejar el gobierno en manos de las fuerzas armadas, revirtió la tendencia de finales de los veinte hacia una mayor participación de las élites civiles en los asuntos de la política nacional. A partir del 32, la oligarquía cafetalera manifestó un repliegue político delegando en los militares la conducción del aparato estatal. Aun cuando permanecieron una gran cantidad de intelectuales civiles identificados con los cuadros tradicionales de los regímenes anteriores, el control del grato estatal quedó completamente en manos del ejército nacional.
El Estado, bajo el control de los militares, realizó una serie cambios en las instituciones y en los procedimientos de gobierno, e implemento una serie de medidas económico-sociales modernizadoras, con el fin de conservar la dominación cafetalera. Todo lo cual significó un cambio en el régimen político que, asumiendo la caracterización de Nicolás Mariscal (1979), lo tipificamos como una dictadura militar-cafetalera conservadora.
En los 50 años siguientes, los poderosos grupos empresariales encontraron que su apoyo al militarismo contradecía su propia oposición a las reformas y al cambio social, especialmente cuando los líderes militares buscaron ganar más apoyo popular y legitimidad o cuando intentaron promover modelos de desarrollo distintos del liberalismo de laissez faire que la élite civil prefería. A través de aliados dentro de la Fuerza Armada, la élite empresarial derrocó al régimen de Martínez, bloqueó las aperturas políticas y las reformas económicas en los años sesenta y los setenta, y apoyó una política de asesinatos masivos contra opositores políticos, ejecutada por las fuerzas armadas, a finales de los setenta y principios de los ochenta.

EL MILITARISMO EN LA DICTADURA DE HERNÁNDEZ MARTÍNEZ
Los oficiales militares que establecieron la dictadura de Maximiliano Hernández Martínez en octubre de 1931 estaban convencidos que el gobierno civil de Arturo Araujo era incapaz para controlar el crecimiento de las fuerzas políticas que amenaza¬ban la existencia del Estado salvadoreño y que carecía de autoridad para adoptar medidas drásticas y enfrentar el impacto de la depresión. Pero incluso antes del golpe, durante el difícil momento económico y social cuando se tuvieron elecciones presiden¬ciales a comienzos de 1931, el gobierno civil conservó el ejército como pilar principal de la estabilidad. Más específicamente, se distinguió a la Guardia Nacional como una garantía particularmente importante para las instituciones del estado y de los derechos e intereses de los individuos.
Por consiguiente, la instalación de Hernández Martínez como presidente no alteró la estructura de la fuerzas armadas ni incrementó el presupuesto militar en términos absolutos o relativos. La insurrección campesina en el occidente de El Salvador, en enero de 1932, sofocada con relativa facilidad en un mar de sangre por e! ejército y los grupos paramilitares, demostró a todos la enorme ventaja, en términos de poder de fuego (especialmente de las ametralladoras), de la Fuerza Armada y de la Guardia Nacional. Lo que cambió rápidamente con Hernández Martínez fue la presencia de oficiales militares en numerosos puestos gubernamentales y el establecimiento de un sistema de partido único, simpatizante por un tiempo del partido Nazi alemán.
Walter, K. y Williams, P., "El ejército y la democratización en El Salvador" en ECA Nº. 539 (1993), pp. 815-816.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

este texto oriinalmente es de Hector J. Samour C. y Jose Armando Oliva M. esto es lo mismo que encontre en mi libro de texto de sociales jajajaja...

andrea dijo...

me gusto bastante

Anónimo dijo...

Excelente artículo, me ha ayudado mucho en un ensayo de historia del colegio. Mil Gracias!